Boceto de la escena: dos pianistas se encuentran en el escenario del Romea afinando su piano. El sonido de las teclas favorece la representación de la soledad. El pianista y la pianista van vestidos de negro como el piano, al igual que el fondo del escenario del teatro Romea. En el escenario, el espectador observará a un operador de cámara que está parado junto a una silla y, al fondo, en un lateral, el pianista y la pianista. Después de unos minutos escuchando y viendo a los pianistas afinando sus pianos, vemos salir a Pere Arquillué que, en silencio, se sienta en la silla. El operador de cámara comienza a grabar la cara de Arquillué, sólo la cara, y las imágenes pueden verse en dos grandes monitores colocados en los laterales del escenario. Pedro Arquillué comienza a afinar el rostro, a mostrar los rostros. Minutos después, el pianista comienza a interpretar una serie de piezas de Romeo y Julieta de Sergei Prokofiev y Pere Arquillué, a través de la cara y en silencio, nos transmite la historia de la pieza interpretada. El rostro se reflejan las notas musicales, con los movimientos de la boca, la sonrisa, la expresión de los ojos, la mano que se acaricia los labios. El campo de acción son las emociones capturadas en la cara de Pere Arquillué y la música es el detonante para que la cara actúe. El rostro, entendido como un fabulador de historias, como narrador, pero también como espacio libre para dar rienda suelta a las emociones.
Fotografía del cartel: David Ruano