Que el teatro no puede competir con el cine en el mismo terreno de juego me parece una obviedad. Desde la aparición del cine, el teatro se ha visto en el dilema de reinventarse o morir. Y reinventarse quería decir –quiere decir- encontrar nuevas formas de expresión, nuevos lenguajes, maneras sugerentes de contar las mismas historias de siempre... Todo eso para poder traspasar las evidentes limitaciones del teatro tradicional agravadas todavía más por las infinitas posibilidades del lenguaje cinematográfico. Quizás es por eso por lo que cuando decimos que hemos visto una de miedo o una de aventuras damos por supuesto que estamos hablando de una película, nunca de una obra de teatro. (¡Diablos! ¡Hay géneros que se nos resisten!). Y en cambio, aquí nos tenéis, enfrentados a la obviedad y presentándoos una de aventuras. Pep Anton Gómez